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Como hombre que cumplió bien la obra de la vida,
nuestro Comandante en Jefe, guía y maestro pasó hace dos años a la eternidad.
La muerte no es verdad en quien nos enseñó a
construir una obra que es ejemplo para todo el mundo, en el que nos condujo por
el camino de la verdad, el amor a la patria, la solidaridad, y el humanismo.
El máximo líder, o mejor Fidel, como prefería
que lo llamaran vive en su pueblo: Está en las aulas, en el desarrollo de la
ciencia, el deporte, la cultura, la salud, la defensa, en el mejoramiento
humano y en la práctica de cambiar todo lo que debe ser cambiado para
fortalecer la Revolución.
La tradición de estar siempre en primera fila es luz para
los cubanos, que lo recuerdan en el Moncada, el Granma, la Sierra Maestra y
Playa Girón, en el enfrentamiento al más brutal bloqueo impuesto por los
Estados Unidos y en cada victoria conquistada.
No es necesario su nombre en escuelas, avenidas,
plazas, hospitales o edificios, para recordarlo, él sigue con nosotros, en el
andar de todos los días defendiendo la
verdad, la justicia y la paz.
Es cierto que sentimos profundo pesar por su
ausencia física ,pero también orgullo
por haber tenido como alma y guía de la Revolución a un hombre de corazón
inmenso, corajudo combatiente ,un gigante que nació del pueblo y vivió para él.
El mismo pueblo que hoy dice Yo soy Fidel, frase que representa la
continuidad de sus doctrinas y que reafirma el compromiso de ser fiel a su legado.
Este,precisamente, es el homenaje perenne que los buenos cubanos le hacemos a quien continúa señalando el sendero con sus lecciones de sencillez y modestia.