Recordar a Vilma Espín Guillois en el aniversario 89 de su natalicio, reafirma
la voluntad de continuar lo más puro de esa dulce y rebelde mujer: su ejemplo.
Huellas
profundas dejó en los círculos infantiles, en la Federación de Mujeres Cubanas que
fundó y presidió; en la defensa de los valores de la sociedad; en el papel de
la familia y en toda obra de justicia por la patria.
Valor, nobleza, sencillez, amor y apego a la
Revolución formaron parte de su vida, a la cual se entregó hasta convertirse en una cubana imprescindible.
Nació
el 7 de abril de 1930, en Santiago de Cuba, en el seno de una familia sin
carencias. Los padres le inculcaron valores
que la distinguieron
en sus relaciones sociales y
humanas. Sobresalió en ella la avidez
por el estudio, la cultural y el deporte.
Heroína de la clandestinidad, legendaria
combatiente del Ejército Rebelde, alma de la organización que más ha contribuido
a los derechos de las féminas y mujer
excepcional de la Revolución. Esa es Vilma.
Empuñó
las armas en Santiago y en la Sierra Maestra, como una de las
principales dirigentes del Movimiento 26 de Julio.
Como
parte de la lucha clandestina, protagonizó el alzamiento del 30 de Noviembre de
1956 en su ciudad natal, para apoyar el desembarco de los expedicionarios del
Granma.
El
mejor homenaje es mantener vivas las ideas por la que siempre
luchó con la confianza del porvenir.
Esas
que vemos cada amanecer en la sonrisa de
nuestros niños, en el ímpetu de los jóvenes, en la laboriosidad de cada mujer, y en la
preservación de las conquistas de la Revolución. Su obra no cesa.
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